20 julio 2007
Cristina Kirchner ofrece cambio para Argentina Con una puntualidad nada habitual para este tipo de actos en el peronismo, la primera dama Cristina Fernández de Kirchner lanzó oficialmente ayer su candidatura por la Presidencia
José Vales El Universal México //Viernes 20 de julio de 2007 LA PLATA, Argentina.— Con una puntualidad nada habitual para este tipo de actos en el peronismo, la primera dama Cristina Fernández de Kirchner lanzó oficialmente ayer su candidatura por la Presidencia, rescatando la gestión de su esposo Néstor Kirchner y proponiendo “una cumbre social, entre empresarios, sindicatos y con la pata del Estado direccionando (sic) el cambio”.
Elegantemente vestida con un conjunto blanco, con todas las luces del Teatro Argentino de esta ciudad, capital de la provincia de Buenos Aires, que la vio nacer hacer 53 años, y con el cuidado puesto hasta en el más mínimo detalle para que el acto se pareciese más al de Hillary Clinton que al de la premio Nobel Rigoberta Menchú (comparándola con mujeres que aspiran a gobernar sus países), Cristina se lució por primera vez en el rol de postulante del kirchnerismo en las elecciones presidenciales del 28 de octubre próximo.
“Hemos reconstruido el Estado constitucional democrático, el sistema en la toma de decisiones que fija la Constitución para los tres poderes”, dijo y llamó a que las elecciones no vuelvan a convertirse “en una ruleta rusa en que si gana uno el país para en una dirección y si gana el otro el país va en la dirección contraria”.
Siempre con su gesto adusto, hablándole por momentos a su esposo, sentado en la primera fila y rodeado de los miembros del gabinete, de los líderes del Congreso y el gobernador, Felipe Solá y el candidato a la sucesión y actual vicepresidente, Daniel Scioli, la primera dama no se olvidó —como es rigor en el oficialismo— en cuestionar a la prensa y a aquellos que “en la etapa de la dictadura, no se los escuchaba como hoy, en letras de molde, hablar de calidad institucional”.
Más de dos mil personas que colmaban este centro neurálgico de la lírica bonaerense muy prolijamente ubicados, sin bombos ni pancartas partidarias como en cualquier acto político, sino como un público digno de la ópera que supo guardar silencio durante la mayor parte de los 45 minutos en que se prolongó el discurso de la candidata, parecieron hacer trisas al folclore peronista.
“Se siente, se siente Cristina Presidente”, fue el cántico con el que fue recibida cuando en soledad ganó el centro del escenario entre aplausos y en la pantalla gigante se sucedían imágenes junto al juez Baltasar Garzón (y con las abuelas y madres de Plaza de Mayo estratégicamente ubicadas en una de las galerías), en las exequias de Yasser Arafat y con Hillary, cada vez convertida en el modelo a seguir y el eslogan central de la campaña: “El cambio recién comienza”, frase que repetiría en tres oportunidad para adosarle el “seguiremos en la misma dirección”.
Cuestionó con rudeza a los ex presidentes que critican al gobierno, porque “deben saber desde qué lugar hablan”, y resaltó el rol de la mujer.
Mientras la senadora desplegaba su talento para la oratoria —aunque con menos histrionismo que cuando en ese mismo escenario lanzó su candidatura en el 2005—, todo lo folclóricamente peronista se quedó puertas afuera del teatro.
La marcha peronista, una cumbia El cambio recién empieza —compuesta e interpretada por un grupo de músicos militantes “La cumbia K”— y los disturbios tuvieron lugar en la calle, cuando una decena de manifestantes del grupo de izquierda Quebracho reclamaba la libertad de su líder; Fernando Esteche, detenido desde hace cuatro meses por desórdenes.
Sobre el final, Cristina reafirmaba su idea de “un nuevo modelo de acumulación para acabar con la pobreza” y cerraba el acto resaltando la actitud de su esposo de no presentarse a la reelección.
“No es común en los tiempos que corren, que alguien con más del 70% de imagen positiva decida no hacerlo, como usted lo hizo... Tampoco se la crea, no es un héroe, pero tampoco es un hombre común, es un hombre fuera de lo común, lo supe cuando lo conocí y lo ratifico ahora más de 30 años después”, dijo y le regaló un homenaje a su consorte y una advertencia a los argentinos, como anticipándose a los tiempos políticos por venir: “Los argentinos no lo van a olvidar, aunque espero hacer todo para que no lo extrañen demasiado”.
José Vales El Universal México //Viernes 20 de julio de 2007 LA PLATA, Argentina.— Con una puntualidad nada habitual para este tipo de actos en el peronismo, la primera dama Cristina Fernández de Kirchner lanzó oficialmente ayer su candidatura por la Presidencia, rescatando la gestión de su esposo Néstor Kirchner y proponiendo “una cumbre social, entre empresarios, sindicatos y con la pata del Estado direccionando (sic) el cambio”.
Elegantemente vestida con un conjunto blanco, con todas las luces del Teatro Argentino de esta ciudad, capital de la provincia de Buenos Aires, que la vio nacer hacer 53 años, y con el cuidado puesto hasta en el más mínimo detalle para que el acto se pareciese más al de Hillary Clinton que al de la premio Nobel Rigoberta Menchú (comparándola con mujeres que aspiran a gobernar sus países), Cristina se lució por primera vez en el rol de postulante del kirchnerismo en las elecciones presidenciales del 28 de octubre próximo.
“Hemos reconstruido el Estado constitucional democrático, el sistema en la toma de decisiones que fija la Constitución para los tres poderes”, dijo y llamó a que las elecciones no vuelvan a convertirse “en una ruleta rusa en que si gana uno el país para en una dirección y si gana el otro el país va en la dirección contraria”.
Siempre con su gesto adusto, hablándole por momentos a su esposo, sentado en la primera fila y rodeado de los miembros del gabinete, de los líderes del Congreso y el gobernador, Felipe Solá y el candidato a la sucesión y actual vicepresidente, Daniel Scioli, la primera dama no se olvidó —como es rigor en el oficialismo— en cuestionar a la prensa y a aquellos que “en la etapa de la dictadura, no se los escuchaba como hoy, en letras de molde, hablar de calidad institucional”.
Más de dos mil personas que colmaban este centro neurálgico de la lírica bonaerense muy prolijamente ubicados, sin bombos ni pancartas partidarias como en cualquier acto político, sino como un público digno de la ópera que supo guardar silencio durante la mayor parte de los 45 minutos en que se prolongó el discurso de la candidata, parecieron hacer trisas al folclore peronista.
“Se siente, se siente Cristina Presidente”, fue el cántico con el que fue recibida cuando en soledad ganó el centro del escenario entre aplausos y en la pantalla gigante se sucedían imágenes junto al juez Baltasar Garzón (y con las abuelas y madres de Plaza de Mayo estratégicamente ubicadas en una de las galerías), en las exequias de Yasser Arafat y con Hillary, cada vez convertida en el modelo a seguir y el eslogan central de la campaña: “El cambio recién comienza”, frase que repetiría en tres oportunidad para adosarle el “seguiremos en la misma dirección”.
Cuestionó con rudeza a los ex presidentes que critican al gobierno, porque “deben saber desde qué lugar hablan”, y resaltó el rol de la mujer.
Mientras la senadora desplegaba su talento para la oratoria —aunque con menos histrionismo que cuando en ese mismo escenario lanzó su candidatura en el 2005—, todo lo folclóricamente peronista se quedó puertas afuera del teatro.
La marcha peronista, una cumbia El cambio recién empieza —compuesta e interpretada por un grupo de músicos militantes “La cumbia K”— y los disturbios tuvieron lugar en la calle, cuando una decena de manifestantes del grupo de izquierda Quebracho reclamaba la libertad de su líder; Fernando Esteche, detenido desde hace cuatro meses por desórdenes.
Sobre el final, Cristina reafirmaba su idea de “un nuevo modelo de acumulación para acabar con la pobreza” y cerraba el acto resaltando la actitud de su esposo de no presentarse a la reelección.
“No es común en los tiempos que corren, que alguien con más del 70% de imagen positiva decida no hacerlo, como usted lo hizo... Tampoco se la crea, no es un héroe, pero tampoco es un hombre común, es un hombre fuera de lo común, lo supe cuando lo conocí y lo ratifico ahora más de 30 años después”, dijo y le regaló un homenaje a su consorte y una advertencia a los argentinos, como anticipándose a los tiempos políticos por venir: “Los argentinos no lo van a olvidar, aunque espero hacer todo para que no lo extrañen demasiado”.
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