16 diciembre 2006



COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
Obispo de Avellaneda Lanús

Domingo 17 de diciembre de 2006
3º domingo de Adviento (Ciclo C)
Evangelio según San Lucas 3, 2-3.10-18

¡Qué cosa extraordinaria!
¡Cómo hay que fijarse en todo esto!
Hay un tiempo. Hay una preparación para lo importante, para el Gran
Acontecimiento: la venida del Hijo de Dios. Y Juan el Bautista, que es
el Precursor, es el que está llamado a preparar los caminos para
encontrarse con el Señor.

Pero ya estaba en Israel, de ese entonces, la pregunta, la
inquietud, la ansiedad, la búsqueda, el deseo, la expectativa, la
espera. Hay distintos grupos que le preguntan, la muchedumbre primero,
"¿qué debemos hacer nosotros?". El responde: "Compartan la caridad: el
que tenga dos túnicas, de una al otro; el que tenga qué comer, haga otro tanto."

Después vienen los publicanos y los soldados: Cada uno tiene que
comportarse con precisión en la conversión. No son cosas abstractas,
etéreas, son cosas concretas: "¡si querés servir al Señor, preparate
para la prueba! ¡Si querés servir al Señor, comportate como corresponde!
¡Hacé el bien y, sobre todo, hacé lo mejor!"

No hacer del egoísmo un criterio propio. No aprovecharse, ni
siquiera enriquecerse injustamente
Estar con el señor y en el Señor las 24 horas del día, yo diría:
las 24 horas de cada día. Cristo no se puede dividir. El nos elige y
nosotros tenemos que seguirlo a El, en su verdad. El nos garantiza la conversión.

Ciertamente, en esta conversión tenemos que estar atentos porque nos
podemos desviar, equivocar el camino; podemos ser orgullosos, egoístas.
De allí que la conversión, la vigilancia de nuestras actitudes, nos
lleve a que algunas cosas deben ser evitadas; otras deben ser
observadas y en otras se debe tener temor.

Uno puede decir "pero como ¿tener temor, observar, evitar, en esta
sociedad, en el siglo XXI?", pues claro que sí. Hoy más que nunca uno
tiene que tener cuidado y evitar cosas que le quiten dignidad, que le
quiten humanidad, que le quiten fidelidad, que le quiten verdad, que
le quiten santidad. ¡Hoy más que nunca, el hombre y la mujer tienen
que luchar para ser fieles!

¿Qué cosa hay que observar? Acuérdense: a Dios orando y con el mazo
dando. Hay que poner la voluntad. La voluntad para rezar, voluntad
para amar, voluntad para ir a la Iglesia, voluntad para hacer el bien.

¿De qué otras cosas uno tiene que tener temor? El temor es caer en
la indiferencia, en el NI, ni sí ni no; NI. Es decir caer en un
acostumbramiento. ¡El acostumbramiento es peligrosísimo!, porque uno
pierde la capacidad del asombro; pierde la capacidad de la cercanía de
Dios y la capacidad de la respuesta -gozosa y plena- que uno tiene que
darle al Señor.
¡Tengan cuidado con el NI!
¡Tengan cuidado con la indiferencia!
¡Tengan cuidado con la mediocridad!

En este tiempo de Adviento, ya cercano a la Navidad, tenemos que
estar muy concientes de Aquel que ha de venir y que viene a colmar el
verdadero apetito que uno tiene: el ansia de Dios, la presencia de
Dios, el Amor de Dios. Y viene a enriquecer nuestra humanidad: Dios
viene a divinizar nuestra humanidad.

La tristeza es ser NI.
La tristeza es ser opaco.
La tristeza es que el pecado haya vencido y que uno ya no tenga
motivos para seguir caminando. En cambio, es Cristo quien nos da la
fuerza y consumirá todo en su Amor y en su Misericordia.

Les dejo mi bendición.

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